En nuestro reciente artículo publicado en la Revista Andaluza de Medicina del Deporte, se exponen los efectos de un protocolo de ejercicios físicos desarrollados y aplicando la teoría de los sistemas complejos.
La enfermedad de Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa caracterizada por la acumulación de proteínas como Tau o ß-amiloide, que causa una demencia progresiva en la edad adulta, llevando a un estado de discapacidad total y muerte. La enfermedad de Alzheimer afecta actualmente en España 600.000 personas (25% de los mayores de 65 años) y alrededor de 44 millones de personas en todo el mundo.
Es la causa más común de demencia en Europa y quizás la enfermedad neurodegenerativa más común en todo el mundo. Los costes de atención de las personas con esta enfermedad en España ascendieron a 37.000 millones de euros anuales.
Anteriormente se ha demostrado que el ejercicio físico presenta un efecto positivo en los pacientes con la enfermedad de Alzheimer. El ejercicio puede aumentar los niveles de factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF) y otros factores de crecimiento, estimular la neurogénesis, aumentar la resistencia a las lesiones cerebrales, mejorar el aprendizaje y el rendimiento mental, despertar el crecimiento de los vasos sanguíneos, reducir la carga amiloide, etc. Pero la pregunta clave es: ¿qué clase de entrenamiento?
La actividad física mejora la neuroplasticidad (capacidad neuronal de modificar y adaptarse como resultado de la experiencia) a través de habilidades mentales y físicas ligadas a los circuitos cerebrales cognitivo-asociativos. Mediante la introducción de estímulos físicos y cognitivos controlados, la auto-organización y la conectividad entre los sistemas cerebrales mejoran. En nuestra investigación, diseñamos y llevamos a cabo tareas motrices y mentales con respuestas no lineales (varias soluciones) y utilizando el aprendizaje como parámetro de orden. Las tareas se realizaron simultáneamente (tareas físicas y mentales), al borde del error buscando la criticidad auto-organizada.
Nuestros hallazgos sugieren que los pacientes con la enfermedad de Alzheimer que entrenaron usando conceptos de la teoría de la complejidad, fueron capaces de manifestar mejoras tanto en sus habilidades mentales como físicas. Ellos mostraron una ligera tendencia a la estabilización o una disminución de los aspectos de deterioro cognitivo.
Los resultados manifestaron que la auto-organización de los pacientes se incrementó; y comportamientos atrofiados o inhibidos reaparecieron. De tal modo, podemos observar que usando estas perturbaciones controladas, los pacientes con la enfermedad de Alzheimer fueron capaces de manifestar mejoras tanto en sus capacidades mentales como físicas de manera significativa, lo que supuso una mejora en su calidad de vida y en la de sus familiares.